Componen esta trilogía tres libros editados en los años 80: La casa del mirador ciego (1981), La habitación muda (1983) y El cielo desnudo (1986). En ellos se narra la infancia y adolescencia de Tora, una niña que habita en una isla asilada del norte de Noruega. Es hija de un alemán y su madre, Ingrid, tras la muerte del padre se ha vuelto a casar con Henrik, un hombre hosco y antipático que abusa sexualmente de la protagonista. Además de sufrir atroces miedos por la situación, se nos describe la importancia de las fuerzas de la naturaleza, la sociedad cerrada de la isla con sus prejuicios y envidias. Sin embargo, no todo es nefasto para Tora ya que en la escuela es una buena estudiante y siempre tiene gente alrededor que le ayuda a sobrellevar su carga: su tía Rakel, casada con el risueño Simon; Sol, una vecina de su edad o Frits un chico sordomudo y su encantadora madre que acogen a Tora en su casa con calor de hogar. En el segundo volumen y tras un episodio traumático en el que su padrastro intenta prender fuego a la fábrica de su tío, Tora al final encuentra la paz puesto que la amenaza que vive en su casa es encarcelado y a ella le dan una beca para poder estudiar en bachillerato en otra ciudad. Pero, claro las cosas se complican porque el malvado Henrik vuelve, su madre permanece callada y su tía Rakel, que la comprende y apoya, cae enferma. En el último libro de la trilogía todo lo ocurrido trae consecuencias con lo que yo me atrevería a definir, sin ser experta, en un grave desequilibrio mental. Es una narración dura, con muchas escenas muy explícitas y muy crueles y tanto la psicología de los personajes como las fuerzas y la influencia de la naturaleza están muy bien descritas. A pesar de lo complejo de todo lo aquí relatado el ambiente está muy bien descrito y la historia se sigue muy bien aunque trate sobre una temática profundamente escabrosa.
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