Aquí aparecen dos voces que se van turnando en la narración. La primera es la de Isaac que cuenta cómo ras la descolonización en Ruanda dos muchachos andan perdidos en la capital. Se hacen amigos, acuden al campus fingiendo ser estudiantes y organizando revoluciones. Poco a poco se van complicando la vida hasta formar parte de guerrillas que asesinan a la gente. La segunda es la de Helen, la asistente social que acoge a un estudiante africano de intercambio llamado Isaac, con el que primero se acuesta y luego decide conocer, a esta relación hay que añadir el problema racial de la época (estamos en los años 60). Lectura sin garra, repetitiva que uno no se cree en ningún momento; ni llega a profundizar sobre la situación postcolonial en África ni la vida una ciudad del medio oeste en EEUU. La historia de amor de los protagonistas carece de credibilidad, un comentarista de libros avezado diría que son dos almas solitarias que se encuentran, pues vale, en lo que a mí respecta me ha parecido perfectamente prescindible.
TODOS NUESTROS NOMBRES, Dinaw Mengestu (Lumen)
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