Una ciudad: Vitoria y unos crímenes dobles que aterraron a todos los ciudadanos hace más de veinte años. Esos crímenes se reproducen en julio del 2016 (al dato, libro leído en -casi- tiempo real) cuando en la Catedral Vieja aparecen dos jóvenes de 15 años en la misma postura y con idéntica simbología que los anteriores asesinatos. Dos inspectores: Unai López de Ayala y su compañera Estíbaliz Ruiz de Gauna investigan sin resuello el misterio que cada vez se va agrandando más con más muertes e innumerables complicaciones. A todo eso se añaden flash-backs a la Vitoria de los años 70 donde un médico tuvo un affaire con una mujer que es lo que trajo estas consecuencias. Se trata de una novela policíaca al uso: algo de acción, algo de intriga, algo de sexo y, por supuesto, al final el criminal es identificado. La lectura es rápida, entretenida, engancha aunque no creo que sea nada inolvidable.
Para mí ha resultado una experiencia muy curiosa leer un libro que transcurre en una ciudad que conozco muy bien, pues aunque vivo en Bilbao he pasado la mayor parte de mi vida en Vitoria. Desde que Dolores Redondo puso de moda Elizondo con sus crímenes esta obra puede poner a Vitoria en la ruta literaria criminal patria. Todo está perfectamente descrito, cada uno de los bares (con sus pinchos), las calles (he de confesar que he buscado erratas y no he hallado ninguna), restaurantes, los colegios, los monumentos y los parques de la ciudad. Cuando a uno le resulta tan familiar el entorno (por supuesto que he pasado por cada uno de los lugares mencionados miles de veces) no deja de hacer gracia que se convierta en el escenario de lo que puede ser un crimen perfecto, que luego, claro, no lo es tanto. Además describe las particularidades del carácter alavés («es de mi cuadrilla o no”) amén de los apellidos compuestos del género López de Medinabeitia que no caben en las casillas oficiales normales. Si algún lector desea pasearse por Vitoria en modo virtual o real, que lea el libro, la Oficina de Turismo se lo agradecerá. Añado, para acabar, que en verano se suele dormir con manta por si alguien tenía alguna duda.
Por cierto, gracias a MJU por el préstamo, grata lectura.