El padre del autor era el director de un psiquiátrico en una ciudad del norte de Alemania. La familia vivía entre los mismos muros de la institución sanitaria, así pues, Joss compartía juegos con los internos, además de pelearse con sus hermanos y aguantar sus pullas (era el menor) por sus ataques de ira y su escaso rendimiento académico. Casi hasta el final del libro la historia se compone de episodios sobre la infancia que pueden leerse de modo separado. Consuela mucho al lector hispano medio descubrir que los tiernos teutones eran igual de salvajes con las mascotas, amigos y familia que cualquier congénere meridional. Podemos conocer, además, las peculiaridades maternas y paternas y diversas anécdotas sobre viajes o acontecimientos que sin ser extraordinarios pueden haber ocurrido en cualquier familia y si se cuentan con gracia, mejor. Hacia el final de la lectura, sin embargo, viene la enfermedad y varios problemas, lo que hace que el tono se vuelve algo más serio. Estos recuerdos dejan, en definitiva, un sabor agridulce lo que representa a la vida misma.
QUE TODO SEA COMO NUNCA FUE, Joachim Meyerhoff (Seix Barral)
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