Martín Abrisqueta vive en Arrigorriaga (parte de la Vizcaya profunda, a unos diez kilómetros de Bilbao) en el caserío de sus padres. «Era de profesión niño» (p.17) lo que conllevaba por un lado cuidar las vacas que son el sustento de la familia y por otro realizar todo género de barrabasadas con sus inseparables Cosme y Satur. Cuando estalla la guerra civil todo parecen parabienes puesto que la escuela se cierra. Tras varios bombardeos sus padres deciden ponerse a cubierto en Isuma, un pueblo de Cantabria y la familia se empieza a disgregar. Teresa, la madre, cae enferma; Tasio, el padre, es detenido por unos milicianos y los cuatro pequeños: Paula, Martín, Matilde y Lucas son enviados, por azares del destino, a una pequeña población de los Alpes franceses llamada Tenay. Otra novela más sobre la guerra civil pero esta vez desde los ojos de un niño que intenta huir del hambre y los disparos con su prodigiosa imaginación al tiempo que se aferra a los cuentos y a las cartas de su amigo Juan.
La historia resulta bastante conmovedora, sin llegar nunca a la cursilería (¡adjetivo absolutamente prohibido para los vascos!). El mayor fallo es, quizá, el exceso de metraje (como dicen de algunas películas) que aquí se traduce en un volumen de algo más de quinientas páginas; a mi entender la omisión de ciertos episodios hubiera dado a la narración más agilidad. Lectura entretenida que se sigue sin problemas aunque el autor intercale capítulos de autoficción a los que el lector del s.XXI está ya más que acostumbrado, resignado.
Parece interesante, pero no sé si ahora me atrevería con ella, creo que me dejaría un mal sabor de boca y no es el momento, pero la anotaré porque me ha llamado bastante la atención 🙂
Estefanía: es largo pero lectura emotiva y
agradable.
No lo decía por largo, a mí me gustan los libros gordos, lo decía por el tema, que en estos momentos no estoy para llorar jajajaja
sí que hace llorar…
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