Tras el éxito indiscutible de Patria, parece que tse de moda revistar los años de plomo en el País Vasco desde varias ópticas. Este libro se centra en cómo viven los niños pequeños la angustia de sus padres amenazados por ETA. La historia transcurre en un pueblo imaginario, Zilgora, pero fácilmente identificable: pueblo, pueblo, con pintadas alusivas a ETA en todas las paredes, con una sola escuela (la ikastola) donde también se enseña el pensamiento único y con todos los habitantes haciendo el vacío a la familia de la protagonista y a sus amigos. El crimen cometido por sus padres es trabajar en la central nuclear de Lemóniz, y allí soportan más de tres años de maneras, de asesinatos de compañeros de trabajo hasta que deciden irse. La voz narradora, Ángela, lo cuenta al principio con inocencia, pero luego se va dando cuenta de las cosas y ya no le parece tan divertido jugar a buscar duendes cada vez que recogen el coche, no poder bajar al parque porque los niños de su edad la ignoran o ir a varios funerales y ver a sus amigos destrozados por la muerte de sus padres. También se percata de la tensión entre sus padres y lo refleja en sus dibujos. Aunque es una lectura ágil, es tremendo lo que aquí se cuenta, más tremendo es saber que es verdad. Le comentaba el otro día a mi madre que estaba con este libro, y ya me recordó que cuando J. , ingeniero y amigo de mis padres trabajó allí, su mujer B. (de Vergara, cuando era on V.) se desmayó al escuchar en la radio que habían matado a un ingeniero…afortunadamente no era él.
Qué terrible. Yo solo he estado en el País Vasco en los últimos años, así que no conozco la sensación de opresión de los años de plomo. Cuando recuerdo las descorazonadoras noticias que llegaban de ahí en esos años y paseo ahora por ciudades y pueblos luminosos, preciosos y agradables y veo la típica pancarta abertzale, me produce una sensación extraña. Mi marido y su familia sí conocieron la época dura porque iban con cierta frecuencia y siempre destacan el cambio tan radical que trajo el final de los años de plomo, por lo menos en el aspecto físico de los lugares y en el ambiente para la gente de va de fuera. Supongo que para quien vive ahí, sigue habiendo problemas y situaciones, aunque en general, imagino que las cosas han cambiado mucho y para mejor.
Miriam: las cosas han cambiado porque ya no hay muertos ni secuestrados. Pero seguimos con pancartas, pintadas (yo cada vez que voy a mi despacho leo “presoak kalera amnistia osoa” ) y de política no se puede hablar. Y hay gente que no piensa leerse “Patria” porque es muy partidario… enfin.
El hecho de que ya no haya atentados no significa que no siga existiendo el problema. Tienes razón y no parece que se ese problema vaya a desaparecer por ahora.