Pablo Hernando es un afamado y solvente arquitecto con una vida profesional plena y exitosa pero con una vida personal extremadamente desgraciada. Un día cualquiera coge el AVE y en un apeadero de un ficticio villorrio llamado Pozonegro ve un cartel que anuncia la venta de un piso. Allí va, desconecta los móviles y compra, ante la mirada atónita del vendedor y del notario, el cuchitril donde desea perderse (o encontrarse). Pronto aparece la acción: sus socios que desean contactarle, la policía lo busca, su pasado lo acecha, sus vecinos están encantados de ver a gente distinta en el edificio. Especialmente Raluca, una mujer rumana optimista y presunta artista que desea con toda su alma hacerse algo más que su amiga.Esto es una historia entre la novela romántica, psicológica, thriller policiaco y manual de autoayuda que sorprendentemente funciona porque la autora es una narradora competente pero yo creo que puede dejar a muchos lectores perplejos por la inverosimilitud de casi todo
Aquí una cita con aplastante sentido común: Mira, a mi edad he llegado al convencimiento de que la gente no se divide entre ricos y pobres, negros y blancos, derechas e izquierdas, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, moros y cristianos[…]No, En lo que se divide de verdad la humanidad es entre la buena y mala gente. Entre las personas que son capaces de ponerse en el lugar de los otros, de sufrir con ellos y alegrarse con ellos, y los hijos de puta que sólo saben mirarse la barriga. Esos que son capaces de vender a su madre[…]Luego, entre los buenos, algunos son buenísimos, y entre los malos, algunos son malísimos (p.98-99)
LEO CUANTO PUEDO 