Cuatro mujeres componen la plantilla de una editorial que se ha embarcado en un proyecto de distribuir por fascículos un Atlas. Mientras el trabajo sigue su curso cuatro voces van narrando sus biografías personales, su la vida laboral, familiar y/o amorosa. Fran es la jefa del proyecto: hija del dueño de la empresa estudió filosofía y está casada con Martín, el abogado que conoció en una asamblea en al universidad. Todo parece ir bien pero se siente insatisfecha, por lo que está acudiendo al psicoanalista. Marisa se dedica a la informática. Tartamudea un poco y es muy tímida, vive sola desde el fallecimiento de sus padres, viaja por su cuenta y lamenta profundamente esa soledad a la que las circunstancias le han abocado. Ana tiene una hija adolescente, Amanda, que se ha ido a Paris a vivir con su padre. Este es pintor y Ana lo conoció cuando él impartía clases de dibujo en su instituto. Por fin, Rosa está casada y con dos hijos, parece una situación estable pero elle no está satisfecha tampoco, una visita a Lucerna para hacer unas fotos hará que cambie la perspectiva sobre su vida. En resumen, ninguna se siente a gusto con lo que le ha tocado en suerte.
Lectura por un lado buena, tratándose de Almudena Grandes que es una estupenda narradora, personajes bien construidos narración ágil. Por otro lado, a mí personalmente me sobra tanta descripción detallada de los lances amorosos (me encanta esta frase de Camen de Mérimée en la que entiende todo sin entrar en detalles como ejemplo de la elipsis: “Pasamos juntos todo el día, comiendo, bebiendo y lo demás). Escrita en el año 1998 no sé si ha envejecido mal. Me parece extraño que no haya móviles y sí contestadores automáticos, que el dinero sea en pesetas, que los faxes estén a la orden del día y los ordenadores en pañales. Curioso porque cuando una lee un clásico no se extraña de las cartas deminónicas.