Tras el fallecimiento de su hija y de su marido, la narradora se observa, observa el mundo que sigue girando, las estaciones que no se alteran. Observa su pena, el tiempo pasado en la inconsciencia de fiestas, bebidas y cigarrillos, la adopción de su hija Quintana, la incredulidad de su mala suerte, la llegada de su vejez con los achaques que hacen que ya no pueda disponer de sus días y horas como antes. Cada frase breve es un latigazo, pero me quedo con una de las últimas que resume su desazón: Uno teme por lo que todavía no ha perdido (p. 150) . Breve pero intenso.
NOCHES AZULES, Joan Didion (Mondadori)
Deja un comentario