
Aunque mi amiga R. dice ella ya desconfía por sistema de las últimas novedades alabadas y ensalzadas por la crítica, mi yo lector necesitaba algo ligero y fácil tras el atracón en esta semana de pasión de tanta intensidad filosófica con la biografía de Hannnah Arendt. Me he encontrado con una lectura sencilla y agradable, a mitad entre un diario, un ensayo y unos recuerdos de infancia en donde la autora habla de su familia, de su tierra y de sus opiniones. Su familia son dos clanes, dos abuelas y dos abuelos , gente trabajadora, de pueblo y cuyo mayor orgullo ha sido atender a la familia y sacar adelante los hijos, cuidar de sus nietos y enorgullecerse de los bisnietos. La familia paterna atea y comunista, la rama materna creyente, y , además, feriantes y todos con un aplastante sentido común. La infancia transcurre en un pueblo de la Mancha, que a mí, que soy de mucho más arriba me parece algo así como Marte, pero que tiene (¿o tenía?) en común lo de todos los pueblos de España. Su infancia feliz, sin grandes traumas más allá que la vida misma y con unos padres algo originales, pero estupendos, porque son los suyos. Por último, la autora tiene el mérito de no ser políticamente correcta pero, a diferencia de la filósofa que cito arriba, se le entiende todo clarito porque su lenguaje es actual. Un análisis sociológico de la España de finales del XX y principios del XXI atinado y certero gracias a las voces de su extensa familia, que ,como he dicho antes, muestran un sentido común que es de agradecer. No puedo estar más de acuerdo, sobre todo con esta cita: […]
“en ese empeño nuestro por desnaturalizar todo a fuerza de explicitar todo. Una vez vi una iniciativa de una asociación feminista que consistía en salirse al fresco después de cenar, como hacía mi abuela con mi tía Ana Rosa y la Tere y la otra Tere, la de más arriba, y la Manoli y la Conchi y la Ele entre mayo y septiembre. A este fenómeno lo denominaban «tejer redes de cuidados femeninos». Me imaginé entonces explicándole a mi abuela y a mi tía Ana Rosa y a la Tere y a la otra Tere y a la Manoli y a la Conchi y a la Ele que lo que llevaban haciendo toda su vida porque vieron cómo lo hacían sus madres y sus abuelas era «tejer redes de cuidados femeninos» y me reí. Con ellas, encima, a veces se salía José, el marido de la Tere, así que aquello no era siquiera un espacio no mixto y eso también tendría que explicárselo y entonces serían ellas las que se reirían. Ellas y probablemente también José.” (p.145).