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Obra incompleta del inmortal autor checoslovaco , difícil de entender y de seguir, como es habitual en su escritura. Algunos estudiosos han querido ver en ella una crítica furibunda al mundo administrativo y funcionarial que tantos dolores de cabeza nos provoca. K. , el protagonista, es agrimensor y se supone que ha sido contratado para medir las lindes de la zona. Para conocer exactamente su trabajo se dirige al castillo, al que nunca llega y va pasando de secretario en secretario, de legajo en legajo, de normativa en normativa hasta darse de bruces con un muro y tener que sobrevivir en el pueblo. Allí se encuentra con personajes peculiares como la posadera o con amores inesperados, como Frieda, también le espera un contrato de trabajo como bedel y diferentes historias que le van narrando los distintos habitantes del pueblo con los que se encuentra. Las partes que más me han gustado son aquellas en las que podía hacer una analogía con la burocracia absurda, las que menos, las andanzas y penurias, un tanto absurdas, de sus protagonistas.
Y si de burocracia hablamos, la pandemia en la que llevamos casi dos años ha provocado que ya no podamos ir a los despachos a entregar los papeles como antes. Me contaba una compañera la situación kafkiana (de ahí el adjetivo) que había vivido: la aplicación informática para pedir cita no funcionaba, por eso mi compañera N. se fue hasta el despacho correspondiente donde un amable funcionario le pudo activar la cita. No había nadie en la oficina, pero N. tuvo que esperar pacientemente a que la hora señalada por el amable funcionario en la web fuera cumplida para que ella pudiera entregar los papeles y acabar el trámite. Y no hablemos de la gestión electrónica de los trámites… le daría a Kafka para varias novelas porque esas sí que son incompletas.
Hace más de DIEZ años de este vídeo, pero las cosas no cambian: