Sin lugar a dudas, el título refleja el contenido exacto de este libro. El autor trabaja en una librería de libros de segunda mano de su propiedad en un pueblo escocés llamado Wigtown. A lo largo de un año (2014), día a día , va consignando su rutina: libros vendidos, dinero obtenido, libros solicitados por Internet, libros enviados, clientes (en general poco agradables) , peleas con la peculiar empleada llamada Nicky , compras de bibliotecas, críticas a Amazon que se está haciendo con el monopolio de la venta de libros, el tiempo (como buen inglés) y alguna excursión a los alrededores. A veces la lectura se hace un tanto repetitiva y más que gracioso, como he visto en alguna crítica, yo lo he encontrado «graciosillo», que no es lo mismo. Me ha parecido, sin embargo, interesante el punto de vista de un vendedor de libros de segunda mano, ya que el valor de los mismos depende de muchos factores que no siempre apreciamos los compradores. En casa de unos amigos, su hijo adolescente, M. me dijo que habían encontrado un diccionario de francés , no era tal sino una una gramática francesa de 1895 , más emoción no me pudo hacer, y cara de extrañeza de M. de que a alguien en su sano juicio ese vejestorio le resultara interesante merecería estar entre las anécdotas de este libro.