No soy muy objetiva con esta autora, he leído toda su bibliografía y siempre, como lo hace esta vez, me atrapa. La historia es compleja en sí pero llevada con maestría, como siempre. A principios de los años 60 una joven maestra, Severina, se desplaza a Dusa, un pueblo en el Pirineo catalán bastante aislado. Con ese destino ella quiere cumplir tres sueños: tocar la nieve, tener casa propia y ser de un pueblo. No todos se cumplen en un ambiente tan cerrado como el de Dusa donde los chismorreos sobre la joven, siempre ensimismada, sonriente pero tímida y, encima amiga de Simeón, apodado «la Bestia», no hacen que los habitantes del pueblo se encariñen con ella. La guerra civil y la militancia antifranquista también forman parte de la historia, aunque siempre desde la visión algo ensoñadora de la maestra. Se retraza asimismo su vida anterior como hija única, escolarizada en casa y con unos progenitores amorosos pero bastante herméticos respecto a sus vidas profesionales. Su mirada ante el mundo es a menudo atónita pero siempre reflexiva y coherente, no hay grandes acontecimientos ni sobresaltos (alguno sí) pero la narrativa se sostiene de modo admirable con citas que retomo:
Una con la que no puedo sentirme más identificada:
La otra actividad que practicaba con avidez era la lectura. Desde siempre, leía de forma compulsiva, casi enfermiza. «Como dice tu padre, una palabra vale más que mil imágenes», decía Simona. Y aunque nunca oyó a su padre decir tal cosa, lo cierto es que predicaba con el ejemplo: las palabras, nunca las malgastaba. También la madre estaba marcada a fuego por la importancia que concedía a la palabra escrita. Lo atribuía a su educación republicana, en un tiempo en que el analfabetismo era casi la norma. Decía frases solemnes como, por ejemplo, «Leer nos hace grandes» o «Leer nos preserva de la podredumbre». O frases pragmáticas, como por ejemplo: «Leer es gratis», porque lo cierto es que en casa tenían poco más de un centenar de libros y siempre releían los mismos. También se atrevía con pronósticos personalizados: «Leer te hará libre, sabia, rica y feliz», le decía a su hija. De modo que cualquier pedazo de texto actuaba como un imán irresistible para la futura maestra de Dusa. A Severina le daba lo mismo un libro gordo que la pizarra de un bar con los platos del día. Si veía una hoja en el suelo, un anuncio[…] (p.10-11)
y otra que refleja perfectamente la actitud de la protagonista ante el mundo:
“¿Estás bien?», preguntó Justa. No, no estaba bien. «Sabiendo lo que ahora sé sobre la capacidad que tenemos los humanos para hacernos daño, no se me ocurre cómo podría volver a ser feliz ni un solo instante», dijo. «¡No seas boba!» Justa le apretó la mano afectuosamente y dijo: «Entre mantener los ojos abiertos todo el tiempo y mirar solo hacia dentro como te gusta, encontrarás el término medio». Severina se acordaría siempre de estas palabras y pasaría muchos años buscando el término medio. Allá adonde iba, no hacía otra cosa que buscarlo. A veces lo hallaba, pero en cuanto se despistaba un poco, ya había volado. El término medio.” (p. 285)