El narrador se encuentra con un personaje llamado Jacques Austerlitz en la estación central de Amberes. De ahí surge una amistad intelectual que hace que durante años el narrador y Austerlitz se reencuentren en diversos lugares de Europa. Las primeras 50 parecen una sesuda guía de viajes donde Austerlitz, que es en realidad la voz narrativa, diserta sobre todos los edificios que salen a su paso con una erudicción pasmosa. Poco a poco nos adentramos en la historia que resulta ser la recuperación de la memoria a través de la arquitectura. Tras rememorar su infancia en Gales, el narrador relata su vida universitaria y adulta como investigador hasta que se percata que a una temprana edad fue evacuado desde Praga para evitar ser asesinado por los nazis. Para hacer más difícil la comprensión del libro el autor alemán posee una sintaxis de lo más compleja que le permite hacer frases larguísimas, eso sí, muy bien estructuradas. Por lo tanto gran literatura, sí, pero que exige al lector mucha paciencia y tener ganas de libros de ritmo extremadamente lento.
a mi me dejó un buen sabor de boca, pero tengo que reconocer que me pareció una lectura complicada y nunca más he vuelto a coger un Sebald
Efectivamente, gran escritor bastante complejo. Me alegro de haberlo leído pero esperaré un poco a retomar otro de sus escritos .